El Reflexionario
Creo firmemente que el arte ha sido siempre un punto de retorno en el camino. Un ente con el cual comparto millones de secretos, y con el que me siento cómodo al estar y convivir. Se siente como una fuerza de gravedad a la cual me es imposible resistirme.
Puedo pensarme en movimiento en cualquier edad en la que tenga algún recuerdo. Puedo verme a mí de pequeño improvisando sin ponerle nombre, moviéndome sin objetivo claro, investigando por puro gusto… escribiendo con el cuerpo las bases de mis primeras versiones.
Me fascina pensar en la inocencia que había tras esos ojos, en las risas que venían de esa boca, en la forma en que ese chiquito escuchaba la música, en las ideas que se inventaba su cerebro, en la calidez de su cuerpo al moverse y en lo grande que todo se veía para él.
Bailar es una reminiscencia constante de quien fui, de quien soy… y solo puedo implorar que sea un augurio de quien seré. Que ironía pensar que lo que ese pequeño pensaba que era su mejor regalo, era realmente su mayor tesoro.
Que ironía pensar que el momento de mayor pánico de mi vida, graduarme del colegio, sería el mismo de mayor valentía, en el que respondería un llamado que se venía posponiendo por años.