Las Cavilaciones
En el 2019 inicié formalmente mi formación como artista escénico, me permití reaprender lo poco que sabía, y ser un lienzo en blanco con la plena disposición para ser mi propio objeto de estudio. Recuerdo mucho el cansancio de mis primeros semestres. Se calaba en mis huesos y en mi mente. Una dualidad que no vi venir en un primer momento.
El estudio del cuerpo se me planteó siempre como algo muy lejano al trabajo de la academia. Como si estar en movimiento inhibiera la necesidad de contener en un mismo cuerpo bases teóricas, como si el arte fuese tan abstracto que no se pudiese conceptualizar, como si el pensamiento se diese inherente a la quietud.
Mis primeros semestres fueron completamente una dualidad. Me sentía tan cansado tanto física como mentalmente que estuve cerca de retirar la carrera porque sentía que nada tenía sentido. A hoy, solo puedo pensar en esa versión de mí con ternura… la versión actual se siente rara al no tener algún dolor en el cuerpo, un poco de cansancio, y más que nada, al estar en quietud a la hora de pensar.
2019, Una esponja en el enorme flujo de conocimientos
Recuerdo mucho que en Principios de Danza I y II, más específicamente en las sesiones de ballet (dirigidas por Romina Guarisma y Juliana Atuesta respectivamente) aprendí sobre las alineaciones, necesarias para cuidar de mi cuerpo e igual ser lo más fiel posible a los requerimientos técnicos. Estas grandes maestras hicieron el primer “crack” en mi forma de concebir el conocimiento. Si no era en movimiento, ¿cómo más iba a poder hacer que las alineaciones dejaran de ser una idea externa y entraran en mi cuerpo? Me recuerdo tratando de poner en mi cuerpo las imágenes que me eran dadas, ¿cómo se siente que mi cadera se abra como una flor a la hora de hacer un plié? ¿De dónde me sostengo para sentir que mi salto es como el de una liebre, y no el de un elefante? ¿Cómo entiendo mis escapulas como alas que se alargan al estar en segunda posición? Cada pequeña imagen que me ha sido dada se ha ido coleccionando en un gran collage que hoy considero mi danza.
Los módulos de danza contemporánea (dados primero por la maestra Isabel Story, y luego por el maestro Rafael Nieves) me permitieron conocer conceptos como la improvisación, la danza contacto, el pilates, la escucha colectiva y el trabajo de piso. Estos espacios gestaron en mí un gran amor por el movimiento consciente pero libre, me alegraba permitirme fluir. Encontrarme a mí mismo en las frases de movimiento que me eran entregadas se volvió mi búsqueda, dejar de imitar al maestro era una ardua labor, pero yo estaba dispuesto a intentarlo. Me enorgullece ver el gran cambio que se ha gestado en la pequeña semilla que me fue entregada por mis maestras y maestro.
Principios de la Puesta en Escena I y II me introdujo a dos mentes brillantes (Eloísa Jaramillo y María Adelaida Palacio) dos mujeres con oro en sus cabezas. Maestras que logran simplificar cada increíble pensamiento para que sea lo más claro posible. Sus cerebros son enciclopedias enteras de conocimiento, y agradezco haber aprendido de ellas. A hoy me mantengo con la fe de llegar a tener un cerebro así de creativo y erudito.
Principios de la Actuación I y II (procesos acompañados por los maestros Sofía Monsalve y Jorge Mario Escobar) me brindaron una cantidad inmensurable de respeto por el oficio del actor. Convertir la piel propia en diferentes versiones de uno mismo me parece un ejercicio de admirar y envidiar. El entrenamiento que conocí con ellos lo agradezco y abrazo. Desde el 2019, la actuación ha sido un terreno que me da pánico tocar, pero que cada día genera en mí más interés.
En Principios de la Somática I y II (impartidos por el maestro Alejandro Convers y la maestra Emilsen Rincón) me permití reescribir mi forma de abordar el conocimiento. Me di autorización de dejar de pensar que “aprender, investigar y estudiar” eran acciones que debía hacer sentado en un escritorio con mi luz cálida al lado y mis resaltadores enfrente. Me permití entender el conocimiento como algo vivo. La somática empezó a permitirme transmutar, a soltar viejas concepciones y profundizar en cada parte que entendía como propia.
El 2020, el flujo que se corta
En el primer semestre del 2020, sucedió algo para lo que nadie estaba preparado, una pandemia global. Y qué mala suerte la mía, ya que sucedió justamente en uno de los semestres que aún hoy recuerdo con nostalgia.
Entrar al ciclo profesional me tenía el alma emocionada, sentía que cada día me formaba para ser mejor en lo que quería, estaba construyendo bases teóricas en cada momento y me estaba permitiendo concretar nuevos intereses y búsquedas. Por primera vez, me encontré frente a frente con una técnica que se sentía completamente ajena y retadora. Fui asignado a la Técnica Básica Introducción a la Danza Contemporánea, impartida por las maestras Neva Ann Kenny y Jenny Ocampo. Este fue el primer espacio en el que me sentí completamente fuera de mi zona de confort. Mis compañeros de clase eran casi todos de semestres superiores, y las maestras respondían a la necesidad del grupo, incentivaban en cada paso un crecimiento, pero era imposible no compararme y no sentirme fuera de lugar.
Por un lado, Neva nos enseñaba sobre la técnica creada por el costarricense Rogelio López, algo completamente diferente a todo lo que había bailado en mi vida. Una sorpresa constante y un permiso directo al juego y la diversión. Me encuentro eternamente agradecido por haber podido conocer esta técnica, así haya sido por tan solo 3 meses. Me sorprende cómo mi cuerpo la abrazó, me he descubierto a mi mismo volviendo a ella en improvisaciones, recurriendo a ella cuando la siento útil y añorando poder volver a entrenarme en ella más seguido de lo que quisiera admitir.
Por otro lado, las sesiones con Jenny Ocampo debo aceptar que en un principio fueron mi infierno personal. Su lenguaje de movimiento era sumamente rápido, pero no más rápido de lo que era mi cabeza para juzgar cada movimiento propio. Desafortunadamente, siento que estas sesiones fueron mucho para mi yo de este momento. Sin embargo, cuando la pandemia llegó, la maestra decidió dejar de entrenarnos en fraseo, y empezar a introducirnos en sus métodos de improvisación. Las pautas que Jenny nos daba a la hora de improvisar realmente hicieron que mi interés aflorara poco a poco.
Mi ensamble de este semestre, dirigido por la maestra Neva Ann Kenny es sin duda una de mis más grandes tusas. “¿Sigues ahí?” seguirá siendo eternamente el lugar en que me di cuenta que me interesan la creación y la dirección. El ver cómo las ideas creativas se condensan, es de las situaciones más mágicas que permite el arte.
El segundo semestre de este año fue completamente diferente. Estaba tan deprimido que tomé la decisión de inscribir la mayor cantidad de clases teóricas, y solamente inscribir un ensamble (Devenires Silentes) y un laboratorio (Laboratorio de Somática Creación en Diálogo). Ambos, de la mano de quien a hoy considero mi maestra: Jenny Ocampo.
Tanto en el laboratorio, como en el ensamble, ahondamos en los métodos que ha adquirido la maestra durante su recorrido artístico. Aprender de ella y con ella hizo que la pandemia fuese menos tortuosa. Me enamoré de la improvisación, y es uno de los pilares para la forma en que me concibo como artista. Me encanta la libertad que la improvisación me da, y me pregunto por cuantos “yo” aún me hace falta por conocer junto a ella. Si bien no recuerdo mucho de este momento de la vida, Jenny Ocampo me enseñó a pensar en movimiento presente, y con ello aprendí a soñar y hacer real el sueño. Aprendí a encontrar una risa genuina en momentos que se sentían pesados.
Aprendí a aferrarme de una forma diferente a la vida.
Al empezar el 2021 me encontraba con la motivación entera de seguir creciendo en el arte. De sentir cada día que mi técnica mejoraba, y de entenderme como un creador más ávido, pero no fue así. La motivación y las ansias se fueron desvaneciendo según avanzó el semestre. Me considero alguien apasionado con sus procesos, y por eso este semestre marcó un punto de quiebre, uno que me enseñó a ser más consciente de mí mismo y escuchar más atentamente lo que el cuerpo solicita.
Inscribí la Técnica Introducción a la Danza Contemporánea, supervisada por Humberto Canessa y, nuevamente, Jenny Ocampo. Aprendí mucho y entendí que mi cuerpo estaba abrazando los conocimientos recibidos. Me di cuenta de que mi forma de abordar el movimiento estaba cambiando y de que tenía más control sobre mí mismo.
Asimismo en el ensamble, liderado por la maestra Juliana Atuesta, llamado “Otro Decir” tuve por primera vez un grupo de trabajo con el cual trabajar y desarrollar solas una idea de trabajo. Tres mujeres que me guiaron, enseñaron y escucharon. Me permitieron saborear lo que se siente poner en otros cuerpos una idea.
Al terminar el semestre, fue el momento perfecto para tomarme seis meses para trabajar en mí, en las necesidades que requerían de dar un paso al lado. Fue el momento de alejarme de todo lo que había construido, de permitirme estar por primera vez para mí mismo, en soledad y en silencio. Fue en la distancia, como reafirmé la necesidad del arte, del movimiento, de la danza y de dar seguimiento a mis investigaciones.
2021, La necesidad de una pausa
2022, Ansiedad por el futuro:
Volver a estar en la universidad me tenía con los nervios de punta, estaba constantemente preocupado por haberme tomado un semestre y poder “volver a estar al nivel en el que debería” para este punto de mi carrera. Hoy puedo darme cuenta de que ese no era un pensamiento que tuviese por mí critica, sino por la necesidad de satisfacer la idea que imaginaba que tenía la gente. Cuando volví a bailar, en clase con el maestro Rafael Nieves, me percaté de que cada pequeña parte me llevaba ansiando estar en movimiento, sentirme entrenado y que las penas se movilizaban al ritmo del latido.
Lo que más recuerdo en este semestre, es el ensamble guiado por Yovanny Martínez, El Burladero. Uno de los espacios de creación que más atesoro hoy en día. Este ensamble fue un reto de principio a fin y es uno de los periodos que más han nutrido mi arte. Responder a los requerimientos técnicos que solicitaba el maestro, verlo componer en movimiento y a la vez aportar constantemente a lo que se estaba gestionando en colectivo se convirtió en una dinámica embriagante que requería de toda la atención que yo estuviese dispuesto a dar. Sin duda alguna aprendí lo dinámico que se puede llegar a ser en este oficio, y me permití aprender un poco de uno de los bailarines, profesores y creadores que más admiro. Me permití cuestionar qué necesito trabajar para sentir que estoy forjándome para considerarme en algún punto un par con quienes considero mis maestros.
Empecé a confiar más en mis brazos, en su fuerza y disponibilidad. Empecé a confiar más en mis piernas, que aguantan el esfuerzo a diario. Empecé a confiar en mi centro, que me moviliza y me lleva a lugares que no termino de conocer del todo. Pero empecé a desconfiar de mis pies, este semestre empecé a sufrir de fascitis plantar, y es algo con lo que aún vivo, pero que me ha permitido encontrar nuevas posibilidades.
Este fue un semestre precioso, y al contrario del anterior, tuve que pausar porque mi cuerpo no daba físicamente más. Nuevamente, las ansias estaban presentes y la necesidad imperiosa por bailar me abordaba a diario.
2023, Necesidad de consistencia
Al empezar el año empecé a cuestionarme por el nivel de exigencia que estaba teniendo conmigo mismo en niveles técnicos. Me empecé a preguntar por las otras facetas que no estaba explorando tanto y a las cuales no les estaba dando el peso necesario. El performance, la investigación en movimiento y la composición coreográfica empezaron a volverse preguntas que rondaban mi cabeza con más intensidad.
En los ensambles lo que más me interesaba siempre era ver el ojo director en acción, y la forma en que este iba dando forma a las ideas y propuestas. Me fascinaba ver la cabeza del director poner en sintonía los cuerpos con el material, sin embargo, nunca me había permitido a mí mismo tener esa responsabilidad.
En el primer semestre del año inscribí el Laboratorio de Composición Coreográfica, a cargo del maestro Humberto Canessa. Por primera vez me permití dirigir una pieza, la titulé “Del cuerpo”, y fue la primera vez que un trabajo universitario de seis meses me quedó corto. Sentí la pulsión y necesidad de desarrollar una pieza más larga, y me embarqué en mi primera experiencia como director/coreógrafo, me junté con tres amigas que confiaron en mi trabajo y en mi visión del arte. Es de lo que más me emociona ahora, y si bien, a hoy, este proyecto no se ha terminado, espero sentirme realizado en el estreno.
Adicionalmente, el ensamble de ese semestre con la maestra Jenny Ocampo y el maestro Mateo Mejía, llamado “Sacro”, me permitió explorar una aproximación al performance, me permitió buscar y entrar en estados que van más allá de lo que usualmente buscaría y concebiría en la danza.
Este semestre me conocí en facetas diferentes y me permití confiar en el instinto.
2024: Se aproxima un nuevo yo…
Este año termino esta carrera que tanto me ha resguardado, me encuentro a mí mismo con el corazón hinchado, con ganas de hacer mis dos últimos ensambles y de ver qué tanto puedo aportar como creador y ejecutante en ellos, con ganas de bailar una última vez con el maestro al que más admiro hasta que me duelan los pies, con ganas de estrenar “Del Cuerpo” y empezar a dar pequeños pasos hacia el discurso que tengo para aportar en el arte.
Se me calienta el corazón al darme cuenta que mis mayores referentes en el arte son colegas. Amigas y amigos que me ha dejado el quehacer, personas que con sus sonrisas me impulsan a esforzarme y que con su talento me hacen redefinir quien soy, para sentirme a su nivel.
La danza me ha salvado de la vida y de mí mismo, la búsqueda por una estética se ha venido inmiscuyendo en mi cotidianidad, y el qué quiero decir se ha ido volviendo un cuestionamiento que no puedo soltar.
Me preparo para el siguiente paso en este flujo que cada vez se desdibuja más.
El segundo semestre del año 2023 fue el semestre que, sin duda alguna, me hizo sentirme el artista más integral que he construido hasta ahora.
Por primera vez me permití ser un ñoño en el movimiento, inscribí el Laboratorio de Laban Análisis, y este me permitió poner en conceptos todo lo que, por mucho tiempo se sintió intangible. Me permitió definir mis patrones de movimiento en categorías claras y entender mi afinidades para poder después abordar formas diferentes de entrar en movimiento. Me ayudó a afinar mis formas de dirigir y me aguzó el ojo y el oído para poder tanto entender y cómo hacer entender lo que se requiere en la escena. Me permitió hacer un tránsito más claro entre el lenguaje y el cuerpo.
Al mismo tiempo, estaba en la Técnica Básica de Danza Contemporánea con el maestro Yovanny Martínez. La mejor forma que tengo para resumirla es: nunca me había sentido tan bien entrenado o con el cuerpo más dispuesto para resolver que en el entrenamiento con Yovanny. Aprendí que la flexibilidad es un estado, más que una condición. Que cuando se afina el ojo es posible estar consciente de todo incluso en la velocidad. Que estar ajustado es como un engranaje. Que apretar el centro es igual de útil en la danza que al estar de pasajero montando una moto. Que el peso cuando realmente se entrega pesa menos. Que la frustración está romantizada. Que mi cerebro es un arma de doble filo solo si yo le doy esa connotación. Aprendí tanto que se me revuelve el corazón en gratitud al pensar en todo el conocimiento que nos ha entregado el maestro. Aprendí a volver a enamorarme de la técnica, y que en gran medida me estaba resguardando en la improvisación para sacar de taquito una base necesaria.
Y finalmente inscribí mi mayor reto de mi carrera. El ensamble “En Blanco”, un ensamble que vino a reescribir cada idea que yo hubiese tenido frente al concepto de performance. Vino a enseñarme la energía necesaria para sostener tres horas en escena. Llegó para mostrarme que la danza es tan solo una parte de lo que me interesa. Adriana Cubides es sin duda alguna una bestia en escena, una maestra formidable y una directora apasionada. Una mujer que realmente logra crear estados en el cuerpo de quienes dirige y que se encarga de que sus estudiantes den saltos cuánticos. Es una mujer que me enseñó el poder de la mirada, la fuerza de dejar afuera lo social, la importancia de estar enraizado y las ventajas que da el redefinir la danza. Este es sin duda alguna el ensamble en el que más sufrí, pero en el que más aprendí.