¿Quién soy?
A mis 23 años de edad, me doy cuenta de que he escuchado mi nombre más veces en voz de otras personas que en la mía, y por esto al sentarme a definir “quién soy”, me es complicado desligarme de quienes he sido.
Soy un compilado de versiones propias, el punto de convergencia de un millar de formas de percibir una misma identidad. Me entiendo como recipiente en el que coexisto con cada faceta que me ha atravesado. Soy un espacio seguro para mis versiones futuras. Me es imposible calcular por cuántos “yo” he pasado hasta ahora, y aún más complicado pensar en cuántos faltan por venir. ¿Cómo podría llegar a una versión univoca de mí cuando me desvanezco con tanta rapidez que ni lo percibo? Derivo de la vulnerabilidad de la identidad, de la imperiosa necesidad de nunca fijarme en una única cara de mí mismo y del flujo que me arrulla. Me encuentro en la danza cuando me permito fluir y estar. Me encuentro en presente cuando navego el movimiento.
Me resumo bajo el concepto de bailarín, pero cuestiono cada pequeña capa que me hace llegar a esa definición de mí. No me encuentro satisfecho con los intereses primarios, he aprendido a entenderme como la necesidad de abarcar la danza, y el arte en general, tanto desde el cuerpo como desde el raciocinio. Me descubro en la escena y detrás de ella, me permito escribir con letras y con el cuerpo, me disfruto ejecutando y componiendo, me pienso en quietud y en movimiento. Ebullo ante la duda, y así navego las posibles respuestas. A hoy me considero alguien enamorado del movimiento, de la danza y sus posibilidades, de los cuerpos y de la facilidad de encontrar en el diario vivir pequeñas nociones de danza que pueden ser puestas en función de la creación o el hacer artístico.
Soy alguien que piensa en sueños. Sueños que se mueven, que saltan, que tiemblan, que se retuercen y que encuentran la calma en el cansancio. Sueños que me enfrentan con la imposibilidad de materializarlos, porque en el camino estos mutan y se adaptan. Soy alguien que percibe las ideas como nubes, abstractas, sugestivas y cambiantes; como los jardines de babilonia, conceptos preciosos de los cuales nunca habrá la más mínima prueba de su existencia. Soy alguien que agradece cualquier atisbo del mundo onírico, porque encuentro en él excusas para resignificar lo que se me presenta como realidad.
Abordo la relación entre mi cuerpo en movimiento y el espacio de la misma forma en que lo harían un pincel y un lienzo, ambos viviendo la constante sorpresa que genera el que no haya certezas a futuro. Me permito fluir con los impulsos propios y otorgados, me improviso en solitario y en colectivo, desde el adentro y desde el afuera, me permito el flujo y el estancamiento. Agradezco la compañía y me enternezco al contacto. Me aferro a la danza y a la vida, de más y ambas son lo mismo.
Soy Arturo Victoria Villamil, y me pienso en movimiento.