Me motiva escribir sobre un estudiante como Arturo Victoria. Es un ser humano apasionado, curioso, sensible y permanentemente motivado por el aprendizaje. Lo conocí en principios de la danza II hace ya algunos años en donde me encontré a una persona que tenía muchas ganas de aprender. Todo lo que pasaba en clase era alimento de análisis, de sorpresa y de descubrimientos. Arturo fue reconociendo su cuerpo y sus capacidades, así como sus limitaciones. Sin frustrarse trabajaba en ellas y potenciaba sus posibilidades, que no solo eran técnicas sino también expresivas. Desde que lo conocí sentí que su expresividad brotaba por sus poros. Tenía una manera de comunicarse conmigo y con sus pares amorosa y amable, siempre en comunión con su entorno, siempre en construcción de un ambiente propicio y amable. Personalmente, fue muy satisfactorio encontrarme con una persona como Arturo en ese inicio de su carrera.
Posteriormente, Arturo cursó conmigo puesta en escena repertorio de la danza en donde, de manera virtual, aportaba constantemente al desarrollo de la asignatura. No importaba la incomodidad de la virtualidad, él siempre estuvo presente, participativo y, una vez más, motivado por el aprendizaje y la articulación del pensamiento, la reflexión, la escritura y la posibilidad de argumentar performativamente. Fui viendo como Arturo crecía en la carrera, cómo se iba transformando hacia un artista integral que no perdía la sensibilidad, esta vez, la sensibilidad en el discurso, en la escritura y en la palabra.
En el mismo periodo de pandemia, nos encontramos en un ensamble complejo por la distancia, en donde les permití desarrollar ejercicios de creación en colectivo, en pequeños grupos de trabajo. Arturo siempre dispuesto a confrontar y asumir positivamente las dificultades del distanciamiento y de la virtualidad.
Finalmente, me lo volví a encontrar en la técnica básica de ballet con mucho agrado de volverlo a ver desde el movimiento y desde el reto técnico. Mucho más maduro y consciente de su esencia y de su presencia, con algunas dificultades en la participación constante de las clases, pero muy humilde al recibir retroalimentación. Arturo desarrolló una capacidad de escucha impresionante y ha logrado canalizar su sensibilidad hacia una postura y una capacidad crítica y reflexiva que no solo se percibe en su discurso sino en su misma danza. Arturo ha crecido en todo sentido, su estatura cada vez más protuberante, su sencillez y su presencia cada vez más clara y genuina, su posibilidad de transformarse sin perder su esencia, siendo honesto y consecuente con sus pensamientos. Deseo todo lo mejor para Arturo y una vida en el arte llena de compañías enriquecedoras. Arturo es una persona que sabe trabajar en equipo, que proyecta liderazgo desde la escucha, y desde la amabilidad, que genera bienestar en los entornos que lo rodean. Que todo esto siga contagiando todos los espacios a los que llegue.
Por: Juliana Atuesta Ortiz